octubre 2, 2016

Transformación directiva

Llega septiembre y la mayoría de personas se apuntan a estudiar inglés, al gimnasio o se compran uno de esos fascículos con el fin de conseguir finalizar alguna cosa. Pasa el tiempo, pocos consiguen realmente estos objetivos que supuestamente les debían ayudar a crecer, a desarrollarse como personas y al fin y al cabo, a transformarse.

Ya en ese momento, me surgen varias preguntas, ¿cuántos directivos realmente piensan en transformarse? ¿Cuántos dedican parte de su tiempo a evolucionar? ¿Cuántos dedican el tiempo cuando realmente se debe dedicar? ¿Cuántos facilitan que su personal se desarrolle y además se transforman ellos mismos? Y así podríamos seguir con tantas preguntas que ocuparían toda la columna.

Si queremos transformar realmente las organizaciones de las que formamos parte, si soñamos que nuestra empresa sea un espacio donde realmente poder desarrollar talento, donde los clientes sean embajadores de la marca o de la empresa y donde los empleados se sientan la empresa como suya, la transformación debe empezar desde la cúpula aunque eso sí, puede y debe ser escuchada desde todos los niveles de la misma.

Hace unos meses estuve en Ecuador y México impartiendo unas sesiones de inspiración y formación sobre el emprendimiento y transformación empresarial y de allí surgieron dos manifestaciones que me gustaría compartir.

En una charla en la Cámara de Comercio Alemana Ecuatoriana en Quito, delante un colectivo de cien directivos, se levantó uno y me comentó lo siguiente: “Tiene toda la razón en sus palabras pero como decimos aquí en Ecuador ‘El pescado siempre empieza a apestar por la cabeza’”. El mensaje puede sonar duro aunque cierta razón tiene. Es decir, ¡para que haya transformación, los directivos no sólo deben hablar de transformación, deben transformarse!.

Seguro que muchos os preguntáis, ¿cuántos realmente lo hacen?

El segundo caso fue en la empresa Posadas en Cozumel, México. En medio del taller, cuando expliqué como el fracaso forma parte del crecimiento y del desarrollo de las personas, pedí a un voluntario entre los asistentes que se acercara a mí y nos explicara sus errores. ¿Adivinan quien fue el primer voluntario? ¡El director general! ¡Sí! ¡El director general! Algo que en España aún no me ha pasado nunca y seguro que pasa muy poco. Salió ante todos y explicó sus fracasos personales y profesionales sin ningún problema. Luego se pueden imaginar como fluyó la sesión.

Con todo esto quiero decir que no hay suficiente en hablar de transformación, hay que asumir que la dirección de la compañía debe salir de sus despachos, debe pisar la calle e ir a todos los niveles de la empresa y del mercado; quiere decir que debe tolerar el error y el fracaso porque ambos son claves para el desarrollo de la misma.

 

 

 

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