¿Qué entendemos realmente por innovar? ¿Dónde empieza la innovación? ¿Dónde acaba? ¿Dónde continua? O mejor dicho, ¿se innova realmente como sería necesario o, al menos, tanto como se dice? Vamos a opinar sobre esto.
Uno de los problemas de muchas organizaciones es que deciden empezar a innovar cuando realmente las cosas van mal, es decir, cuando más lo necesitan, pero cuando menos preparadas están. Al hacerlo así, comenten el error de pensar que innovar es algo fácil de implantar, cuando es al contrario: requiere su tiempo para implantarlo debido a su importancia.
Para hacer cosas nuevas en las empresas son necesarios tres elementos: en primer lugar, un alto convencimiento por parte de la dirección para iniciar este proceso con los cambios que ello conlleva. En segundo lugar, tiempo a medio y largo plazo para poderlo desplegar. Y, en tercer lugar, requiere pensar en el talento para que dicho talento se ponga al servicio de la organización.
Nunca debemos olvidarnos que un proceso de innovación es realmente un proceso de cambio, pues lo que estamos haciendo es cambiar algo para hacerlo de una forma distinta, sea un producto, un servicio, un proceso o cualquier otra cosa que decidamos cambiar e innovar. Por este motivo y como todo proceso de cambio, dicha evolución requiere en primer lugar un alto grado de implicación de la dirección de las organizaciones. Es decir, debe existir una fuerte apuesta por parte de la dirección, empoderando a los responsables y asignándoles recursos.
En segundo lugar, debemos tener presente que el hecho de innovar nunca es nada a corto plazo e inmediato, pues la innovación real, la gestión de la misma y el hecho de incorporarla en el ADN de la organización necesita un tiempo suficiente y casi nunca es a corto plazo. Es más, si una innovación se hace a corto plazo y con poca preparación, me atrevería a decir que cuidado.
En tercer y último lugar, debemos asumir que innovar no va sólo de metodologías o de técnicas como brainstormings, design thinking u otras. Innovar va realmente de personas que son capaces de ponerse al servicio de la organización para que ésta pueda transformarse y evolucionar gracias a su talento, gracias a su esfuerzo y, sobre todo, gracias a sus ganas de cambiar y de implicarse con la organización.
Dichos tres puntos, una apuesta por parte de la dirección, un pensamiento más estratégico y la apuesta por el talento, no son sólo cosas que puedan aplicar las empresas, sino también todas las organizaciones no empresariales, dígase ONG, administraciones públicas o similares.
Por este motivo, quiero pedir que se innove más en la política, en la educación y en todas las capas que podamos de nuestra sociedad. Si una cosa diferencia a los líderes, es que ellos sí innovan y lo hacen en más de un área de actuación: lo hacen más globalmente.