Uno de los valores que tiene nuestra sociedad, aunque muchas veces no se pone en suficiente valor, es el impacto social que nos rodea y que hace que muchas personas en situación de vulnerabilidad puedan mejorar su calidad de vida. Entidades como Banc dels Aliments, Cruz Roja, Fundación Vicente Ferrer, Cáritas u otras tantas agrupadas muchas en el denominado Tercer Sector, juegan un papel crucial para gestionar la situación económica actual.
La necesidad de dicha solidaridad fue aumentando y posteriormente entraron en juego muchas empresas que apostaron por la responsabilidad social y empezaron a dedicar recursos de sus beneficios para devolver a la sociedad parte de lo que la sociedad le dio. En esencia y desde su pureza, me parece una maravillosa decisión.
En muchas empresas, se canalizó mediante departamentos de responsabilidad social corporativa (RSC) aportando recursos financieros que eran destinados a organizar actividades muy positivas y, en gran parte, beneficiosas. Otras empezaron a generar alianzas con las entidades sociales ya existentes, y algunas empresas, decidieron crear su propia entidad social, llamándola, por supuesto, fundación.
Cuando se llegó a este punto, bajo mi punto de vista, creo que nació la principal crítica a la RSC y sobre el que entiendo que tenemos que dar un golpe de timón y orientarlo nuevamente hacia el lugar correcto. Pienso que el principal riesgo que estamos pasando es que lo que antes era un dogma, ahora ha pasado a ser generación de marca.
No digo que una empresa no tenga derecho a generar marca apoyada con el impacto social, con la RSC y todo este mundo, pues realmente, esto sirve a todos. Lo debemos evitar la tendencia a poner en primer lugar a la marca y no al dogma. Debe ser al revés, primero dogma y después marca. O branding, si lo queréis llamar así.
El dogma de la RSC implica que no se busquen títulos bonitos en nuestra memoria corporativa; implica no solo pensar en el impacto social hacia fuera dando cosas y no haciendo. No se trata únicamente de dar dinero sino que con ese dinero, debemos hacer algo de dentro hacia fuera. Pondré un ejemplo.
Hace unas semanas estaba visitando una empresa y tenían grandes cajas llenas de paquetes de arroz, pues habían hecho internamente una campaña de recogida de alimentos. En ese momento le pregunté al de la empresa, ¿Vais a ir a cocinar comida a los centros de necesidad o solo vais a darlo al Banc dels Aliments? Por desgracia, la opción escogida no fue la primera.
Animo a todo el mundo a recuperar esa esencia del impacto social y volver a poner otra vez en primer lugar el dogma de ayudar, para luego, si se quiere, hacer marca.