Una de las cosas que más me preocupó, supongo que cómo muchos de vosotros, cuando apareció este virus cabrón, era que pasaría con:
- Mi salud y la de mis seres queridos
- Cómo mantendría las relaciones personales
- El impacto que implicaría a mis proyectos
- Mis ideas de cosas por desarrollar.
Al vivir en la Conca d’Òdena, fui de los primeros en estar confinados del país y esto tuvo una parte positiva. Nos puso en alerta mucho más rápidamente porque no nos lo esperábamos. Esto generó en mi una toma de decisión rápida encaminada a hacer mucho caso a todas las órdenes que recibíamos.
Una vez avanzaba el virus, vi que la salud de mis seres queridos estaba bien, las personas de riesgo de mi entorno más cercano estaban mínimamente bien y esto realmente, me aportó una calma que evitó quemarme.
Luego empezaron unos días en los que hablé con muchas personas y vi que pasaría algo que ya me enseñó mi amigo y maestro en el año 2001 cuando fuimos a Bosnia a montar unas aulas de informática. Me dijo:
¡Albert. En situaciones de emergencia, hay personas que se quedan paradas y se hunden (muchas de ellas con razón) y muchas otras sacan una fuerza que no sabes de donde la sacan pero tiran hacia delante!

En mi caso pasó esto. Algunas personas de mi entorno personal y profesional les costó más y otras, me dejaron flipado cómo mejoraron y que fuerza tenían. Esto sinceramente me preocupó bastante pero después aprendí a no preocuparme demasiado para no quemarme a mi mismo.
Luego vino mi otra gran preocupación sobre el impacto de este virus cabrón a mis proyectos profesionales y obviamente, cómo esto afectaría a mis ingresos porque obviamente, vivimos de las ventas y no de las palabras o tuits. Pasaron las semanas y por suerte, gran parte de lo que teníamos pendiente de realizar en formato presencial lo pudimos digitalizar y hasta ahora, mes de octubre de 2020, digamos que no nos hemos quemado gracias a la confianza de nuestros clientes que si han podido seguir operativos.
Y la última preocupación hasta la fecha y que tuve en su momento. ¿Qué pasará con aquellas ideas que estábamos explorando para desarrollar y que nos deberían servir para innovar? ¿podremos desarrollarlas? ¿Gustarán en el mercado? Y allí surgió la siguiente duda.
¿Quemar ideas es un riesgo o es lo que debemos hacer?
Es decir. Pongo esas ideas que habíamos empezado en un cajón y cuando esto acabe (no sabemos cuando) ya lo retomaremos asumiendo que puede ser un tiempo perdido o, intentamos convertir esas ideas en productos/servicios que a lo mejor alguien podrá adquirir (aunque no sabemos cuando)
En ese momento, decidimos intentar convertir esas ideas en producto asumiendo que era mejor quemar ideas o productos o servicios que quemarnos nosotros mismos.
Creímos que, una vez superadas las primeras preocupaciones, era momento de probar cosas para así, poder tener retos, tener ilusión y sobretodo, tener cosas por hacer.
Ahora, ya en noviembre, confirmo que
Hemos convertido ideas en proyectos, alguna idea por suerte se ha muerte, algún proyecto ha nacido y hasta hemos vendido algo, pero lo más importante, es que de momento no nos hemos quemado.
No cantamos victoria porque como me dijo mi buen amigo Fabián Martin
‘El combate con el #covid19 está perdido. Intentemos que no sea por KAO directo en los primeros asaltos’