Uno de los aprendizajes más importantes en mis últimos años, tanto a nivel personal como profesional, ha sido la gestión de la zona de confort.
La zona de confort es aquel espacio (tiempo y lugar) que provoca en mi cierta sensación de bienestar, que no quiere decir que sea favorable. Esta situación provoca en mi una sensación de que “nada malo a suceder” cuando realmente no suele ser así.
Si nos quedamos parados sin hacer nada, corremos el riesgo que a la larga, esta situación empeore y las consecuencias finales no sean para nada beneficiosas. Para evitar estos impactos debemos hacer una cosa sencilla de decir pero compleja de conseguir.
“Debemos poner fecha de caducidad a las zonas de confort”
¿Qué quiero decir con esto?
Debemos ser conscientes que debemos observar la fecha de caducidad de todo aquello que hagamos y planificar alguna de las tres cosas, como hacemos con los yogures.
–Comerlos antes para así poder a empezar con nuevos yogures (nuevos retos)
–Aguantar unos días más pues esta fecha de caducidad siempre aguanta un poco más
–Tirarlos si ya han pasado demasiados días, pues si nos los comemos, pueden sentarnos mal
Es importante saber manejar estos tiempos y saber decir:
“Ahora lo hago. Ahora lo tiro. Ahora empiezo otro”
Dicho más en formato #Albertina
«Las zonas de confort tienen fecha de caducidad como los yogures»