Durante los dos últimos años hemos vivido una situación extremadamente compleja que ha provocado un sufrimiento fuera de lo habitual en las personas y obviamente, también en las organizaciones. Esto ha implicado que hayamos experimentado cosas que previamente pensábamos que estaban fuera de nuestro alcance y la realidad no ha demostrado lo contrario.
Las empresas han sufrido graves problemas económicos debido a las consecuencias generadas por las restricciones y los cierres de muchos negocios. Las personas hemos vivido y aún vivimos en gran parte, unas secuelas emocionales fruto de las prohibiciones y limitaciones impuestas que han afectado a la salud física y mental de millones de personas.
Si a esto le sumamos que el teletrabajo se ha extendido, que el uso de las tecnologías de comunicación digitales ha cambiado y que las formas de relacionarse han evolucionado, veremos que dicha transformación no ha sido tan beneficiosa para las personas como previamente nos creíamos.
Hemos perdido muchas cosas que nos hacían humanos. El pasear por la calle con amigos o seres queridos, ir al despacho y tomar esos cafés en la máquina de la empresa, esas charlas en los pasillos de la oficina y un sinfín de cosas que nos hacen ‘humanos’.
Y cuando pasa esto deberíamos preguntarnos. ¿Humanos? ¿Qué es realmente humanismo? ¿El humanismo es digital?
Si nos vamos a la Real Academia Española de la Lengua, veremos que una de las acepciones de humanismo nos dice: ‘Sistema de creencias centrado en el principio de que las necesidades de la sensibilidad y de la inteligencia humana pueden satisfacerse sin tener que aceptar la existencia de un Dios y la predicción de las religiones’
Ante esta definición deberíamos plantearnos si realmente, todas estas personas que hablan de ‘humanismo’ realmente lo aplican, si poner tuits o mensajes alabando el humanismo queda bien o si realmente, lo hacen por convencimiento aplicándoselo en su día a día. Es decir: ¿Se lo creen? ¿O se maquillan?
También deberíamos plantearnos si estas ‘necesidades de sensibilidad y de la inteligencia humana’ son reales o son simplemente, una excusa o tapadera para priorizar el beneficio económico que cada una de las partes utiliza para si mismo, pudiendo ser el empresario o el trabajador, el gobernante o el votante, etc.
Y para acabar, si decimos que el humanismo puede tener espacio sin necesidad de creer en un Dios o religión, por favor, no convirtamos en Dioses a la tecnología añadiéndole metaversos ni tratemos a un supuesto gurú emprendedor o innovador como si fuera un mesías.
Somos muchos los convencidos que de esta situación económica global solo saldremos si es poniendo en valor lo que tenemos como seres humanos y de lo mejor que tenemos es esta sensibilidad e inteligencia humana que nunca tendrá la tecnología y si algún día se acerca a tenerla, deberemos hacer el esfuerzo de que esos futuribles humanoides sean más humanos que ‘humanoides’ sin perder la esencia de quiénes los crearon. Los humanos.
Convirtamos ese exceso de humanismo de maquillaje que hay por todas partes, repleto de filtros y apariencia, en un humanismo humano terrenal, por convencimiento y por hechos.
Apostemos pues por el humanismo por convencimiento
Publicado en abril del 2022 en Expansión Catalunya