
Ante este panorama muchos hablan de la necesidad de desconectar, ya sea desconectar de las redes sociales, de la tecnología, o simplemente del trabajo. Por todos lados nos venden la receta maravillosa de la desconexión.
De lo que se trata, sin embargo, no es de desconectar, sino de tener la capacidad de conectar con uno mismo cuando corresponde. El objetivo es poder pasar de una conexión a otra sin problemas.
Lo curioso es que muchas de las soluciones a este mal moderno se pueden encontrar en milenarias reglas monásticas.