Llevamos unos meses, por no decir años, que la sociedad, y por lo tanto también las personas, estamos inmersos en un mundo exageradamente acelerado que implicaque no tengamos tiempo para pensar. Dicho de otra forma, vivimos en una espiral que no para derodar y rodar.
A todo esto debemos añadirle que cada vez más surge la necesidad de trascender nuestro día a día y sobre todo, reducir el estrés, vivir el ’aquí y ahora’ o ‘plena consciencia’ pero especialmente, conseguir una calidad de vida razonable. En mi caso personal y como ya he comentado muchas veces, este no saber parar me acabó provocando una parálisis facial que me detuvo, que me hizo parar y sobre todo pensar.
Este mismo problema que viví en primera persona, lo han pasado muchas personas aunque a lo mejor con otras consecuencias que les han frenado, un accidente de coche, un divorcio, una enfermedad, etc. Todo esto ha generado en nuestra sociedad una necesidad de reflexionar para tomar consciencia de lo que está pasando realmente en su vida personal y, claro está, en su vida profesional, dado que todo está íntimamente relacionado.
Esta ansiedad ha comportado la aparición de nuevas herramientas y nuevos negocios que se han focalizado en solucionar esta situación. Han proliferado centros de terapias alternativas, centros de meditación, centros de mindfulness y, evidentemente, muchos departamentos de recursos humanos que antes invertían en cursos de ofimática o inglés, ahora tamnbién invierten en yoga o mindfulness. Todas estas herramientas y las que vendrán, nos ofrecen la posibilidad de aprender a parar nuestro ritmo, aunque sólo sea por cinco minutos al día. Aún así, debemos preguntarnos.
¿Realmente tenemos que detenernos para pensar o tenemos que llevar una vida más pausada? En este caso me gustaría dar mi opinión sobre este tema con dos ideas básicas.
Si hacer mindfulness le sirve a una persona me alegro mucho y lo celebro, pero nadie me va a convencer que es la única manera y la mejor. Hay otras muchas maneras de tomar consciencia y parar el ritmo. Una puede ser ir a desayunar solo sin teléfonos móviles, o ir a pasear, una simple lectura relajante, o también, claro está, mirar las musarañas, aunque cierto es que queda más ‘cool’ decir que hacemos mindfulness, yoga o meditación.
En segundo lugar, no debemos caer en el error de pensar que un hecho puntual es suficiente, pues ponernos unos cascos con música relajante, hacer posturas de meditación o cualquier cosa similar durante diez minutos al día, no basta. Los cambios deben ser más profundos. ¡Si es un inicio, bienvenido sea!
Por este motivo, animo a todos a que utilicen estas herramientas si las necesitan, les animo a buscar las que le sirvan y, aún mejor, les animo a ralentizar sus vidas y sus empresas. Seguro que les irá mejor.